miércoles, 16 de marzo de 2011

Francia su Historia y el Perfume


Si hasta la época del Renacimiento había sido Italia el centro neurálgico en lo que a perfumes se refiere, en el siglo XVII fue Francia la que se convirtió en la total protagonista. Y gran parte de culpa la tuvo Grasse, una ciudad aún hoy emblemática, que logró reunir méritos para ser considerada como la capital del perfume, gracias a ser una de las principales fuentes de materias primas de la época, , famosa por sus mezclas aromáticas a base de almizcle, ámbar y algalia. Y es que, al desplazarse la riqueza hacia el norte de Europa, las zonas mediterráneas comenzaron a perder importancia, trasladándose la perfumería a estos otros puntos estratégicos.

Igual que hoy existen perfumes que son considerados clásicos, entonces también los había, aunque, como es obvio, de otra manera muy diferente: el Agua de Hungría era una de las favoritas de la alta sociedad de la época, pues dicen que ayudaba a combatir la tristeza o la melancolía. Hasta los reyes tenían su propia opinión sobre los aromas: Luis XIV, rey Sol, no era amante de los perfumes y, es más, en alguna ocasión llegó a manifestarlos. ¿La causa? Le originaban incómodas migrañas. Así, se cuenta que, al final de su vida, sólo era capaz de soportar el olor de la flor de naranjo. Pero fue ya en la época de Luis XV cuando el perfume aún se desarrolló con mayor fuerza, e incluso se llegó a llamar a la corte del rey la corte perfumada.

Catalina de Medicis encontró pronto una firme sucesora, la marquesa de Pompadour, una auténtica amante del perfume que podía gastarse auténticas fortunas en aromas. Su fragancia favorita era un agua de Colonia creada en Alemania, cuyos ingredientes eran bergamota, lavanda, romero y alcohol, y que llegaría a comercializarse con el nombre de Roger & Gallet, ya en el siglo XIX.

Era una época de afamados perfumistas, y de tradición familiar transmitida de generación en generación, y se desarrollaron hermosísimos envases, auténticas joyas de arte incluso hoy en día.
La época de Napoleón  y su encuentro con los Perfumes

Así se llegó a la Revolución Francesa, que volvió a suponer un claro paréntesis en la demanda de perfumes. La Revolución significó, como casi siempre, ruptura, y el objetivo era acabar con todo lo que podía recordar a la Corte de Luis XVI. Pero ello no significa que durante la revolución los aromas desaparecieran, es más, se crearon perfumes con nombres como "perfume a la guillotina", "a la Nación".

Con la llegada de Napoleón, la industria del perfume revivió. Se dice que incluso el propio emperador tenía incluso un aroma favorito: la Eau de Cologne de Jean-Marie Farina. Además, disfrutaba de baños aromáticos, que tomaba con un jabón perfumado que pronto se popularizó entre el ejército. Las damas de la corte bañaban sus cuerpos en leche aromatizada con lavanda y otros ingredientes deliciosos; y también se pusieron de moda las sales perfumadas.

La alta sociedad siguió usando delicados perfumes, sobre todo a raíz de 1848. Así, el perfume de moda en la época de Napoleón III era el Agua Imperial, elaborada por Pierre-François Guerlain a petición de la emperatriz Eugenia. Es tal vez el más claro antecedente de los actuales perfumes unisex. Su nombre tal vez le suene, y es que, obtuvo un éxito tan profundo que aún hoy sigue produciéndose, aunque en cantidades limitadas. La casa Guerlain ya comenzaba a crear auténticas leyendas.

Y junto a todas estas anécdotas de la particular historia del aroma, no hay que olvidar que, poco a poco, el perfume se convertía en un importante negocio, tomando pronto tintes industriales. Tanto, que se comenzaron a elaborar las primeras esencias sintéticas. El primer perfume que usó estas sustancias y que fue comercializado fue Fougère Royal, creado en 1882. Se dieron además los primeros pasos en el uso de los aldehídos, sustancias potenciadoras del aroma natural (la primera que los usó fue el mítico Chanel Nº 5). Además, comenzaban ya a sonar los grandes nombres de la perfumería, como Eugène Rimmel.

Los envases de los perfumes se convirtieron en auténticas obras de arte e incluso se comenzó a contar con decoradores para realizar los envases. La unión más célebre sigue siendo, a día de hoy, la del perfumista François Coty y del vidriero René Lalique. Y así se llegó a las puertas del siglo XX.
La Revolución Francesa estancó el mercado de los perfumes, por estar asociado íntimamente con la nobleza, con una excepción: una fragancia llamada “Guillotine” –de origen desconocido- que se puso de moda entre las ciudadanas. Pero esta etapa duró tan sólo doce años… La llegada de Napoleón marcó el final de la república francesa y el retorno de una nobleza distinta, pero nobleza al fin. A partir de este punto, los perfumes, antes en manos de artesanos y pequeños industriales, cobraron el fuerte impulso que convertiría a la perfumería en una de las industrias más dinámicas y lucrativas del mundo. Porque ya no sólo es la fragancia, también cuenta su frasco, el envoltorio y la publicidad. Pensemos en los millones y millones de dólares que recaudó el perfumista François Coty al unirse con el maestro vidriero Rene Lalique, quien también se llenó de oro al perfeccionar sus técnicas con el cristal y producir también frascos para Lubin, Orsay, Guerlain, Piver, Roger, Molinard, Gallet y Volnay. O las vidrierías Brosse que se ganaron la admiración del mundo a partir de los años 20 con el hermoso, sobrio y depurado frasco del Chanel nº 5 y la famosa bola negra del Arpége, de Jeanne Lanvin.
La perfumería del siglo XXI no puede escapar a ciertas imposiciones. Si antes los catadores de fragancias (llamados “narices”) determinaban el rumbo de una moda, ahora ellos deben escuchar al departamento de marketing y bajar sus cabezas (o narices) a fin de seducir a un público cada día más mediatizado. ¿O cómo se explica en nuestro mercado la aparición de perfumes tan sobrios (¿?), estudiados (¡!) y exquisitos (¿!) como el de Antonio Banderas, Sofía Loren, Gabriela Sabatini  Si el perfume del siglo XX se vio favorecido con el refinamiento en las técnicas químicas de los olores, este milenio deberá resistir cualquier facilismo y moda e incorporar nuevas tecnologías –como la genética ¿por qué no?- que se acoplen a los principios artísticos que heredamos de los viejos sumerios.


No hay comentarios:

Publicar un comentario